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En ella se han mezclado las esencias del Mediterráneo y el Atlántico. En ella se han encontrado, de manera armónica y sin esfuerzo, las semejanzas que unen y las diferencias que no separan de dos o quién sabe cuántas culturas. Y todas esas vivencias, las que da la vida, Nuria Guardiola las ha plasmado, a través de distintas técnicas y diferentes colores, en sus obras, las que desde ayer y hasta finales de septiembre se podrán ver en el Museo Municipal.

"Antes pintaba luchando y ahora ya no lo hago, no lo necesito", afirmaba esta artista, que eligió como modo de vida la docencia, sin abandonar la pintura, profesión que la ha llevado a vivir ahora en Marruecos. Es un viaje personal, es su historia, con sentido narrativo y temático. En la planta baja está la secuencia vital que une las tierras de Nador, territorio de Rif/Marruecos, en las que trabaja como docente, y las de Cangas, época de profesora en Redondela, con el agua como nexo, Mediterráneo o Atlántico. Desde la entrada, con ‘Coeur D’amazigh’ (2014_15), lo más reciente, que da título a la retrospectiva, está el azul beréber del ‘claire de lune à la corniche’ en Nador, obra efectista de sensaciones sinestésicas, o las plácidas vistas desde el monte Gurugú, nombre que asociamos a los dramáticos tiempos del final del reinado constitucional de Alfonso XIII con el desastre de Annual, en la primera mitad de los años veinte del pasado siglo, y la guerra contra Abd-el-Krim, sucesos luctuosos para el honor militar.
La exposición, explica Guardiola, "está dividida en cinco partes distintas" y cada una de ellas tiene que ver con una parte del camino que la vida la llevó a recorrer.

"La primera, llamada Pantanos de mutación, fue creada en 1988, durante mi estancia de doctorado en Francia. Empecé con mucha inquietud en el arte y con muchos conflictos, era muy rebelde", asevera. Su residencia en Cangas do Morrazo coincidió con el declive de la industria conservera, "y yo me posicioné a nivel pictórico", destaca. Y esa vivencia es la que marca la segunda parte de la exposición.

Nuria Guardiola es, sin duda, una mujer en constante búsqueda, bien sea desde el conflicto o la tranquilidad, y eso también la ha llevado a recorrer, "en solitario, porque me gusta mucho la soledad", distintos Faros de Galicia, que plasma en la tercera parte de la exposición, que ocupa las tres salas del Museo. "La inquietud de dormir allí, al lado del faro, las vivencias de esas soledad, me las llevo después a mi taller y reinterpreto la experiencia vivida".
La última parte está creada en Nador, Marruecos, donde reside e imparte clases. "Marruecos es una ventana, sobre todo el norte. Allí la gente es muy amable y respetuosa. Tienen un gran corazón y un orgullo por lo suyo". Así que el título de esta parte, "Coeur d'amazigh" (Corazón bereber), da nombre a toda la exposición.
Nuria Guardiola, quien tiene su taller en Beariz, asegura que "Ourense será el capítulo final para pintar. Una vez que me jubile espero residir aquí y entonces será el momento de dedicarme a trabajar el interior de Galicia, pero aún no ha sido el momento. Todo llegará".

Llegar a esta exposición, que lleva casi seis años gestándose, fue toda una odisea, "trasladar más de cien cuadros desde Marruecos fue en sí una aventura", afirma.

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Danza, alegría.
Té, cus-cus.
Melancolía
raíces y cábila.
Hospitalaria halamadanía.
Idiosincrasia amazigh.
Cultura milenaria.
Tribus varias,
especias y barro.
Adobe y aroma.
El cordero que siempre
acompaña
Ouhajje, El Founti,
Yqraien, Ibujien…
y el rifeño de mi alma.
Olor de anafre, pan de trigo.
Tallin.
Y tu abierta morada.
Das de beber al sediento,
zalea al que descansa.
Y aunque sea, un trozo.
de pan con aceite,
y un vaso de té.
al que pone el pie.
En tu cábila.
El Don del que presume.
tu semblanza.
Bereberes, ¡ qué hermosa palabra!

Horía Abselam

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