Manuel Suárez Rosales*. «¡Sí, existen! Viven y se expresan en Kabilia, en Argel, en Marruecos, en el Sáhara... Salen de los museos, de las fiestas 'folklóricas', de las páginas de Ibn Jaldún, de los álbumes de fotos y de los folletos turísticos: los berberes quieren estar presentes en su lugar, en su país, sin vergüenza ni velos; ellos, los eternos relegados a los márgenes... al margen de la 'cultura', al margen del Estado; espectadores y objetos pasivos de la 'Historia'... cultura, Estado, historia de los otros.»
DISTINTOS TIPOS FÍSICOS La variedad de tipos berberes que siempre ha existido ha aumentado con el paso del tiempo a causa de las mezclas con otros grupos que llegaron a Tamazgha a través de las diversas conquistas que se sucedieron en África del norte: fenicios, romanos, bizantinos, vándalos, árabes, turcos, españoles y franceses (Canarias no fue el único país tamazghano que recibió una considerable aportación de sangre ibérica: en Marruecos, los moriscos, es decir, los musulmanes españoles que fueron expulsados de su país, aportaron una fuerte dosis de sangre hispana, especialmente en los centros urbanos, entre los siglos XVI y XVIII). En consecuencia, los imazighen no son en modo alguno una raza homogénea. Existen entre éstos elementos dolicocéfalos de alta estatura (Atlas marroquí, Kabilia, Aurés); braquicéfalos de pequeña estatura, como los mozabíes; los imuhagh (tuareg) del Ahaggar y del Adrar de los Ifoghas son, como los primeros, de alta estatura y dolicocéfalos, pero se distinguen de aquéllos por su tronco estrecho y sus miembros largos; hay individuos de piel oscura, otros tienen la tez clara y no es nada raro encontrar individuos rubios y de ojos azules y, también, pelirrojos. Ya hacia el año 1300 los pintores egipcios representaban a ciertos imazighen como individuos de tez blanca y ojos azules. En las regiones más meridionales, y a medida que iban asentándose allí, los recién llegados de las zonas norteñas se fueron mezclando con los pueblos negros preexistentes y con los esclavos importados del sur. No existe, pues, una raza berber ni la ha habido nunca, aunque los antropólogos admiten hoy que todas las poblaciones blancas de Tamazgha descienden, por lo esencial, de los grupos protomediterráneos que, venidos de Oriente en el octavo milenio, si no antes, se expandieron lentamente por todo el norte de África y el Sáhara. Uno de los rasgos que definen a los imazighen, además de la tamazight, que en otro tiempo era hablada, sin la concurrencia de ninguna otra lengua, desde Egipto a las islas Canarias, es el profundo parentesco en su organización social, pues aunque en su comportamiento exterior difieren, los imazighen, sean arabófonos o berberófonos, tienen más en común de lo que comúnmente se cree. Por esa circunstancia el amazigh arabizado se distingue siempre del nativo de la Península arábiga y, también, de los levantinos, que fueron arabizados antes que él. El hecho de que la mayor parte de los habitantes de África del norte hable actualmente árabe, y la afirmación oficial del carácter áraboislámico de los Estados norteafricanos, determina que se considere habitualmente a los habitantes del subcontinente norteafricano como árabes. En realidad, los grupos árabes son escasísimos y, como sucede en el país del Nilo, en que su población sigue siendo fundamentalmente la misma que en la época faraónica, la mayoría de los arabófonos de Tamazgha son únicamente imazighen arabizados que, al menos hasta el presente, y de modo análogo a como sucede en Canarias, han vuelto la espalda a su orígenes, mirando incluso muchos de ellos con recelo, y las autoridades hasta con hostilidad, todo lo que es específicamente amazigh. No obstante, muchos arabófonos se consideran imazighen y no árabes, como Kateb Yacine, el más grande escritor de Argelia, que hace años decidió aprender tamazight. «Durante siglos», dijo el famoso escritor en el curso de una entrevista que publicó el rotativo parisiense Le Monde, «los invasores han querido imponernos la idea de que nosotros, kabilios, berberes, somos una minoría: somos una mayoría despedazada», puntualizó. Aunque la arabización ha sido bastante intensa, está lejos de ser total. La población que habla todavía tamazight oscila entre 15 y 20 millones de personas, y está diseminada en islotes lingüísticos de importancia y densidad variable y muy desigualmente repartidos. La inmensa mayoría de los berberófonos se encuentra en Argelia, donde, según A. Basset -autor ponderado y generalmente bien informado-, constituyen un tercio de la población, y, sobre todo, en Marruecos, país en el que la tamazight es hablada por más de la mitad de sus habitantes. Tunicia es el país tamazghano continental donde menos se habla tamazight: sólo un dos por ciento de la población habla todavía dicha lengua. Hay que añadir que no son pocos los berberófonos que hablan también alguno de los dialectos árabes de África del norte, y que cada vez son más numerosos los imazighen que aprenden francés y árabe literal, lenguas de la enseñanza y de los medios de comunicación. Los límites de las zonas berberófonas han variado incesantemente en los tiempos históricos, constituyendo su retroceso el rasgo esencial de esa variación -recuérdese que Canarias, a la llegada de los españoles, era un país berberófono-, aunque también la Tamazight se ha extendido hacia el sur. Incluso se ha producido el fenómeno de reconquista por emigración de algunas zonas en otro tiempo mayoritariamente arabófonas (en la Mitidja, en la ciudad de Argel y sus alrededores y al sur de Kabilia). No obstante el retroceso de la tamazight desde los puntos de vista relativo y geográfico, esta lengua es sin duda hablada hoy por más individuos que en el pasado. Algunos autores opinan que el actual estado de cosas en África del norte, que suponen irreversible, y las condiciones de vida moderna (vías de comunicación, prensa, radio, enseñanza en lengua distinta a la tamazight) permiten pensar que los berberófonos están condenados a ser absorbidos por el medio arabófono, aunque ese proceso -dicen- podría durar aún mucho tiempo dada la gran vitalidad de la tamazight y el conocido aferramiento de los berberófonos a su lengua. Los imazighen berberófonos no siempre han sido considerados como una unidad étnica y cultural, sino más bien como una serie de grupos humanos que hablan dialectos pertenecientes a la misma familia lingüística. «Cuando se habla de berber», afirma el berberólogo francés Lionel Galand, «es preciso aclarar inmediatamente una ambigüedad: el berber no es sino un concepto; sólo existe una serie de dialectos e incluso de hablas, entre las cuales es preciso escoger», pues según este autor, «nadie habla berber. Sobre el terreno uno no observa sino hablas locales cuya pronunciación y gramática varían de tal manera, que la intercomprensión entre ellas se ve a menudo comprometida. Pero se revela por todas partes esa comunidad de estructura que hace precisamente la lengua berber». Cadi Kaddur, de la Facultad de Letras de Fez, ante las afirmaciones del berberólogo galo, reconoce que, ciertamente, la tamazight es hablada de manera diferente según las regiones donde se practica, pero se pregunta: «¿No es tomar los efectos por la causa constatar que a pesar de su unidad estructural no es [la tamazight] la lengua de nadie?». Y para apoyar su propia opinión sobre el tema, Kaddur cita al sociolingüista francés Pierre Encrevé: «La diferenciación lingüística es una característica general de las hablas humanas: ninguna lengua es perfectamente homogénea, y bajo el nombre común de inglés o francés se esconde, según los que las utilizan, grandes diferencias en todos los aspectos de la lengua: sintaxis, léxico y fonología».
UNIDAD LINGÜÍSTICA Aparte de su unidad estructural, también «La unidad de vocabulario [de la tamazight] es incontestable», señala Gabriel Camps, de la universidad de Aix-en-Provence (Francia); «de las Islas Canarias al oasis de Siwa en Egipto; del Mediterráneo al Níger. Los principios fundamentales de la lengua, la gramática como la simple fonética, han resistido de manera notable una muy antigua separación y la diferencia de géneros de vida. Así es que a la unidad lingüística fundamental corresponden necesariamente sistemas de pensamiento muy próximos. Este profundo parentesco se encuentra igualmente en la organización social», concluye Camps.
UNA DILATADA HISTORIA DE DOMINACIONES Desperdigados en espacios inmensos y sin conocer probablemente unos grupos la existencia de los otros, los imazighen nunca tuvieron sentimiento de su unidad ni jefes que tuvieran la idea de unir o federar a todos los imazighen. Tampoco lograron nunca crear Estados autónomos con una civilización digna de este nombre. Sólo con Masennsen -el Masinissa de los romanos-, creador de un importante Estado amazigh, pareció esbozarse la constitución de una nación tamazight. A este agellid (rey) se atribuye la histórica frase antiimperialista «África para los africanos» (Afrika ifrikiyen, en berber moderno). Se ha dicho que la historia de Tamazgha no es sino la historia de las dominaciones que ha sufrido. Los imazighen «no abandonan sus querellas intestinas», afirma G. H. Bousquets en su libro Les berbères, «sino para perderse en lo universal y formar parte de vastos imperios cuyo centro se encuentra de ordinario fuera de África del norte: en Europa o en Oriente medio». De todas las invasiones que ha sufrido el subcontinente norteafricano, sólo han dejado huella perdurable la invasiones árabes de los siglos VII y XI, que aportaron la civilización árabo-islámica, y la conquista francesa de los siglos XIX y XX. Y si ya hace casi tres décadas que la Tamazgha continental ha reconquistado su independencia respecto del extranjero, los imazighen no han recobrado la suya respecto al poder central arabista, habiendo sido incluso el territorio que habitan los imuhagh (tuareg) dividido y repartido entre cinco Estados: Argelia, Libia, Malí, Níger y Burkina Faso. Si en estos tres últimos países sus variantes tuareg tienen -al menos teóricamente- el estatuto de lengua nacional, la tamazight no ha sido nunca reconocida oficialmente en Marruecos, Argelia, Tunicia y Libia. Es más, jacobinos, autoritarios y burocráticos -característica común a todos ellos-, los regímenes de estos cuatro países, mediante la política de arabización a ultranza que llevan a cabo desde la independencia, imponen el árabe medio-oriental como lengua de la administración y la cultura, lengua que, aparte los religiosos y un sector de la elite ilustrada, desconoce la gran masa del pueblo, que habla árabe dialectal o tamazight. Conforme a esa política cultural represiva, las sendas cátedras de tamazight que existían en las universidades de Rabat y Argel fueron suprimidas tras la descolonización. Incluso una enseñanza libre de tamazight, a cargo del célebre escritor Mulud Mammeri, que desde 1965 se daba en la universidad jazarina y era tolerada por el régimen, fue asimismo suprimida en 1973. Mientras las cosas están así en Tamazgha, la tamazight y la cultura que vehicula es objeto de estudio en las universidades de París, Aix-en-Provence, Utrech, Londres, Copenhague, Praga, Viena, Nápoles, Michigan, Los Ángeles, Tokio... Si bien la represión cultural afecta más o menos por igual a todos los imazighen, en Marruecos -país en el que, según algunos, se encuentra la quintaesencia de la timmuzgha «berberitud» -el Movimiento Popular, partido dinástico hasta hace muy poco liderado por Mahyubi Aherdan, su fundador, se esfuerza, desde su creación, para que la tamazight sea oficializada y su enseñanza impartida a todos los niveles. En Argelia y Libia, la identidad tamazight es pura y simplemente negada. En este último país, a partir de 1969, la sedentarización de los nómadas berberófonos, canalizada por medio de granjas del Estado, es realizada violentamente por confiscación, o destrucción, de sus bestias de carga, so pretexto de controles sanitarios. Entonces es cuando son reprimidas las costumbres no conformes al sistema de valores árabe. En Argelia, el simple hecho de portar un escrito que concierna a los imazighen o un manuscrito redactado en tifinagh (el alfabeto de los imuhagh o tuareg, que deriva de la antigua escritura líbico-berber a la que pertenecen los grabados alfabetiformes canarios) o en caracteres imazighen modernos, es considerado por las autoridades como delito. Esa situación de opresión político-cultural, y las sistemáticas y desenfrenadas afirmaciones del poder de que Argelia es un país árabo-islámico, provocaron el estallido, en la primavera de 1980, de un vigoroso movimiento reivindicativo que conmocionó a todo el país. Durante varias semanas se sucedieron en Kabilia desfiles de protesta, mítines y huelgas en contra de la política represiva del régimen y por el reconocimiento oficial de la lengua y cultura étnicas de los imazighen que, sistemáticamente y en nombre de la unidad nacional y el panarabismo, son, pura y llanamente, negadas. En solidaridad con los kabilios se produjeron también en aquella ocasión manifestaciones y huelgas en Argel y Batna, ciudades cuyas respectivas poblaciones son mayoritariamente berberófonas, y, también, en ciudades arabófonas como Orán y Sidi-bel-Abbes. El detonante de aquella explosión reivindicativa sin precedentes desde la rebelión armada de Ayt Ahmed y sus partidarios, en 1963 (El activismo berberista no ha cesado desde entonces. Muy recientemente, en Argelia, el Tribunal de Seguridad del Estado juzgaba a doce miembros de la Liga Argelina de los Derechos del Hombre -fundada el 30 de julio de 1985- ya once «hijos de Mártires» de la revolución independentista contra Francia, otra asociación considerada ilegal por las autoridades. Casi todos los acusados, pertenecientes a medios berberistas y cuya detención provocó durante varios meses incidentes en Kabilia, fueron condenados a penas que oscilaban entre seis meses y tres años de cárcel. Los mismos jueces se mostraron mucho más severos respecto a los miembros de una red berberista armada, constituída en 1983 en la región berberófona del Aurés.), fue la prohibición de una conferencia que sobre poesía kabilia antigua iba a pronunciar en la universidad de Tizi-Uzu el escritor Mulud Mammeri.
SURGIMIENTO DE UNA CONCIENCIA PANAMAZlGH
Los amazigh estamos condenados a vivir bajo un regimen establecido. Asi ha sido desde que hemos existido siempre. Pero lo que si es verdad es que siempre les sera imponernos algo. Azul fellawen